El Barça tiene un gran portero. Más allá de lo que se diga de su vida privada, de sus modales fuera del campo o de lo que dice y hace cuando no hay micros delante, hay que reconocer que realiza su trabajo de maravilla. Desde el día de su debut ya se le criticó. Ese día -1 de septiembre de 2002- el Barcelona empató a 2 con el Atlético de Madrid en el Camp Nou, y el primer tanto de los colchoneros, que vino en el descuento de la primera mitad, fue la primera “cantada” de Valdés como portero titular del Barça. Otero llegó con facilidad por la banda derecha de su ataque y sacó un centro que se fue envenenando hasta convertirse en un auténtico golazo. Por eso las comillas, porqué fue un golazo. A partir de ese día Valdés compartió la portería azulgrana con varios compañeros de profesión, pero siempre acabó llevándose el gato al agua. Ni siquiera Van Gaal haciéndole volver al Barça B y provocando su desacato pudo hacerle alejar de la que ahora es su portería.
Víctor Valdés es un portero peculiar -se dice que todos los porteros lo son- pero hay muchos que pensamos que es esa peculiaridad suya la que le ha mantenido durante tanto tiempo como titular indiscutible. A pesar de ser criticado cada dos por tres, de que se hable de lo que hace fuera de los terrenos de juego, que nadie le recuerde sus buenas intervenciones pero si, y mucho, las malas… a pesar de todo eso, su carácter duro como el acero
le ha permitido aislarse y vivir alejado de aquellos que cada vez que cometía un fallo le culpaban de todos los males del equipo.
Espero que aún le queden muchos partidos por delante con la camiseta del Barça, y que nos vuelva a regalar grandes actuaciones como la de las dos finales de Champions o, sin ir más lejos, la del sábado pasado frente al Valencia.

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