Me acordé anteayer de aquella frase que asevera que somos dueños de nuestro silencio y esclavos de nuestras palabras. Cuán acertado me parece hoy vincular esta premisa a la figura del actual entrenador del Real Madrid: Jose Mourinho.
Después del pésimo partido realizado por los blancos ante el Espanyol, no exento de polémica arbitral a causa de la diferencia de criterios del colegiado al pitar la acciones de unos y otros, salió el entrenador portugués a la sala de prensa con su habitual cara de agrietad pero con las ideas muy claras.
A pesar de la abultada victoria por 3-0, ni aficionados ni prensa habían quedado satisfechos con un Madrid gris, falto de ritmo y muy desordenado en todas las zonas del campo. Por ello, era de esperar que la primera pregunta que le formularan fuera referida al porqué de todo esto. Mourinho, que no es tonto, sabía que los tiros iban a ir por ahí, y cuando aún no le habían terminado de formular la cuestión le espetó al micrófono: “es muy difícil jugar en un campo de patatas”. Ese era, según él, el principal motivo por el cual su equipo no había hecho anda destacable sobre el campo. Pero claro, si uno hace un pequeño ejercicio de memoria, retrocede por un momento hasta la temporada 2005-2006 y se acuerda de aquella eliminatoria de octavos de final de la Champions League que enfrentó al Barça de Rijkaard y al Chelsea de Mourinho, se dará cuenta de porqué el portugués es esclavo de sus palabras y también de sus actos.
La ida, jugada en Stamford Bridge con victoria azulgrana por 1-2, se jugó en un campo más parecido a una playa cualquiera que a una moqueta verde de césped común. Era bochornoso ver el estado lamentable del césped del estadio de un grande de Europa en la fase final de la competición más importante del viejo continente. Pero lo que aún debía generar más vergüenza a cualquier aficionado al fútbol es que era el propio Mourinho quien un par de meses antes de la disputa de este partido, había dado orden directa al club de descuidar el césped. Ni regarlo, ni cortarlo, y todo con el único fin de que el Barça de Ronaldinho no pudiera desplegar su juego de toque, pues una semana después de ese partido, mandó replantar todo el tapete por el deplorable estado en que se encontraba.
Y ahora, cuando le critican por su juego rácano y nada vistoso, se refugia en el estado del césped del Bernabéu, un argumento poco verosímil de buenas a primeras y nada creíble después de recordar los octavos de final de la 05-06. Veremos que se inventa hoy después del desastroso juego de su equipo ante el Levante con el consiguiente empate a 0. Veremos que se inventa el portugués dentro de unas semanas, cuando el terreno de juego del feudo blanco ya esté en condiciones óptimas y su equipo siga igual, sin ideas, sin creatividad, sin espectáculo, jugando a lo que siempre juegan los equipos de Mourinho.