miércoles, 30 de noviembre de 2011

Reglamentísticamente

Ante el Rayo Vallecano, Piqué provocó de forma descarada su quinta amarilla en Liga para asegurarse jugar el clásico en el Bernabéu. Mal, muy mal, no por el fondo sino por la forma, pues las risitas de complicidad entre el azulgrana y el colegiado Pérez Lasa al enseñarle este último la tarjeta, no hacen más que suscitar polémica y echar leña al fuego al eterno debate de favoritismos arbitrales generado por Mourinho, quien además ha afirmado más de una vez que el trencilla tiene predilección por el Barça. Más aún cuando en el acta del partido no se ve reflectado el hecho que Piqué provocó esta tarjeta para cumplir el ciclo de cinco, cosa que le podría haber conllevado dos partidos de sanción en vez de uno. Sí, sí, los mismos que recibió Mourinho por meter el dedo en el ojo a Vilanova.

Está claro que hay que revisar el reglamento. No puede ser que conlleve la misma sanción una entrada dura al tobillo del rival que celebrar un gol quitándose la camiseta o mostrando un mensaje de afecto a un ser querido. No puede ser que una agresión a sangre fría sin justificación ninguna ni arrepentimiento posterior se equipare, a efectos de castigo, a una pérdida de tiempo en un intento de pillería.

Sin duda en el fútbol actual podríamos encontrar muchas incoherencias, desde el reparto televisivo hasta los cuestionados árbitros de gol de la UEFA, pero creo que antes que nada, es imperativo revisar el reglamento. Messi, jugador que suele recibir más de una entrada merecedora de tarjeta cada partido, vio amarilla por hacer la conocida paradinha en un penalti. ¿Lógico? Para nada, pero así lo dice el reglamento. Como tampoco fue lógica la segunda amarilla a Van Persie en unos cuartos de final de la Champions tras continuar una jugada habiendo pitado el árbitro fuera de juego. Pero claro, así lo dice el reglamento.

Ejemplos cómo éste los tenemos a centenares, ahora bien, una cosa es que el reglamento necesite una revisión a fondo con urgencia, pero otra muy distinta es que no se cumple lo que, por muy absurdo que sea, está estipulado.

Si Piqué es sancionado por el comité de competición y no juega en el Bernabéu, nadie podrá quejarse y nos la tendremos que envainar. Todo por no cumplir el estúpido reglamento.