domingo, 17 de julio de 2011

Espiritu conservador

Mientras veía ayer la considerada 'etapa reina' del Tour 2011, comprobé que mis temores acerca del empobrecimiento en el espectáculo que ofrece el ciclismo actual no eran infundados. Hace tan solo 10 años, Armstrong, Pantani, Ullrich, Beloki, Heras, Escartín, y un largo etcétera, nos brindaban etapas fantásticas, que nos impedían levantarnos del sofá hasta ver la entrega del preciado maillot amarillo.
Sabíamos que en cualquier momento de la ascensión a un gran puerto podía haber uno, dos, tres o más ataques fulminantes de alguno de los cabeza de carrera en pos de ganar la etapa y distanciarse de sus rivales en la general.
Sabíamos que una llegada en alto nos podía deparar un todos contra todos, una batalla campal sobre dos ruedas, con ataques de uno y de otro, alianzas entre corredores de distintos equipos, gregarios dejándose hasta el último aliento por resguardar en su rueda trasera a su jefe de filas e invitados sorpresa capaces de arrebatar la victoria a todos los gallos que estaban luchando por ella.
Sabíamos que 200 metros antes de coronar un puerto, por pequeño que fuera, un francés con un maillot blanco con topos rojos salía de grupo flechado para pasar el primero por debajo de la pancarta. Estuviera donde estuviera, Virenque siempre aparecía para sumar puntos de 'su' maillot.
Sabíamos que Tourmalet, Plateau de Beille, Alp d'Huez, Galibier y media docena de puertos más eran sinónimo de espectáculo trepidante, equiparable a una final de fútbol o a los últimos minutos de un partido de baloncesto.
De todo esto hace menos de 10 años y por desgracia para el aficionado al Tour, esta tradición de ataques constantes se está perdiendo. Alexandre Vinokourov, el último gran luchador de la última década en el ciclismo internacional, se retira a sus 37 años tras no poder terminar la presente edición de la ronda gala por una desafortunada caída.
Con él se va gran parte del poco espectáculo que aún le quedaba a este deporte. Solo nos queda esperar la pronta aparición de un ciclista de la casta del kazajo, pues no se me ocurre otra manera de devolverle a este deporte la épica perdida en los últimos años.