sábado, 5 de febrero de 2011

Una de Madrid - Barça

A pesar de que aún queda mucho, no se deja de hablar de esa final de Copa del 20 de abril que disputarán Madrid y Barcelona 21 años después que lo hicieran por última vez. Es por eso que me parece un buen momento para reanudar el blog con una “historieta” por así llamarlo de fútbol vintage. Se trata de la mayor goleada habida hasta el momento en un Madrid - Barça, una vuelta de semifinal de Copa que en 1943 ganó el Real Madrid por un increíble 11-1, pero que esconde algo tras ese escandaloso resultado.
El Barcelona había ganado la ida, disputada el 6 de junio de ese mismo año en el campo de Les Corts, por 3-0 con goles de Valle, Escolà y Sospedra. Con la eliminatoria prácticamente decidida parecía que el Barça tenía que ir a Chamartín a aguantar el resultado obtenido en casa y de esta forma clasificarse para la final, pero no fue así. Nada más terminar el encuentro del 6 de junio, la prensa de Madrid empezó una campaña en contra de los aficionados culés, acusándoles de comportamientos vejatorios hacia su rival, cosa que no ocurrió (Les Corts aplaudió al Madrid cuando salió al campo y no les pitaron en ningún momento de forma mayoritaria, hechos impensables a día de hoy) y escribiendo auténticas barbaridades y mentiras de lo ocurrido en sus crónicas. También desde Barcelona, el Mundo Deportivo, periódico afín al régimen en ese entonces, no escribió “nada favorable para la afición del Barcelona” según palabras del ex-masajista del equipo, Àngel Mur padre.
La campaña de la prensa madrileña, liderada por el periodista Juan Deportista y secundada por las autoridades deportivas del Estado y por el propio Real Madrid, caldeó el ambiente previo a la vuelta hasta el punto que el entonces presidente del club catalán, Enrique Piñeiro, mandó una carta al Real Madrid pidiendo que se tratara al Barça con el respeto que merecía. Eso nunca ocurrió. Nada más llegar a Chamartín, los jugadores y cuerpo técnico azulgranas fueron increpados y apedreados, hasta el punto de no poder salir del hotel por miedo a ser agredidos. Pero les quedaba mucho por vivir en ese particular infierno, pues el objetivo ya no era eliminar al Barcelona sino humillarlo.
Cuando los jugadores azulgranas se disponían a saltar al terreno de juego, el Director General de Seguridad del Estado se presentó en su vestuario para advertir a los jugadores que se mostraran pasivos en el campo y que no hicieran nada que les pudiera perjudicar a ellos mismos. Pocos minutos después, fue el árbitro del partido el que acudió al encuentro de los culés para avisarles con palabras sospechosamente similares. No hubo nada que hacer. Desde el inicio el portero catalán, Miró, tuvo que alejarse 5 ó 6 metros de la portería debido al lanzamiento de piedras de la afición madridista a quien, a parte de eso, el club había regalado silbatos para que los usaran durante el partido. Los goles fueron cayendo uno tras otro para llegar al descanso con un escandaloso 8-0. En ese punto los jugadores del Barça decidieron que lo más sensato era retirarse, pero de nuevo una visita a los vestuarios del Director General de Seguridad les hizo salir a disputar el segundo tiempo, en que recibieron 3 goles más. Tan solo Martín en el minuto 89 consiguió el tanto de la honra para los catalanes. Concluido el partido, una invasión de campo de la afición blanca hizo aun mayor la humillación al rival.
Joan Antoni Samaranch, entonces periodista en prácticas, se atrevió a redactar una crónica con los sucesos realmente ocurridos en el encuentro, cosa que ningún otro periodista hizo, a sabiendas que se jugaban su sueldo. Una vez entregado el artículo a su periódico, le dieron las gracias por el trabajo hecho y le dijeron que no hacía falta que volviera. Como dice el ex-presidente del COI: “ese fue el final de mi carrera como periodista”.
El Barcelona fue multado económicamente por la Federación como culpable del supuesto mal comportamiento en Les Corts. También recibió una multa por la invasión de campo en Chamartín al considerar la Federación que los incidentes tenían su origen en el partido de ida. Lógicamente, la directiva del club catalán reclamó esa decisión, por lo que el club fue otra vez amonestado por tener la osadía de quejarse. Ante esta situación el presidente del Fútbol Club Barcelona dimitió.